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Padre Mariano Avellana

​¿QUIÉN FUE ÉL?

He oído decir que el P. Mariano es Santo. Así lo llamaban las gentes, obispos, sacerdotes, fieles, cuando andaba misionando por los campos y por los centros mineros de Chile entre 1873 y 1904.

Nació en Almudévar, España, el 16 de abril de 1844, en el seno de una familia muy cristiana; él mismo escribió que llegó a ser sacerdote por la religiosidad de sus padres. De muy joven entró al seminario y a los 24 años recibió la ordenación sacerdotal el 19 de septiembre de 1868.

Pero su vocación era ser misionero y se sintió atraído por los misioneros del Corazón de María (Misioneros Claretianos) y dejando su familia y sus bienes se trasladó a Francia y entró en el noviciado o lugar de preparación de los Misioneros. Hizo su profesión religiosa como misionero, el 29 de septiembre de 1871.

Dios tenía destinado al P. Mariano para ser un gran misionero en Chile y en septiembre de 1873 comenzaba una nueva vida que se prolongaría por 30 años, misionando sin un día de reposo; llegó a predicar unas 700 misiones, fuera de ejercicios espirituales sermones, sin volver nunca más a su patria; pasó 30 años recorriendo pueblos, parroquias, campos, desiertos, valles, costas, hospitales, cárceles, asilos, capillas, conventos, catedrales, sobre esta “loca geografía” de Chile, con precarios medios: a pie, a caballo, en tren, en barcos, sufriendo inauditos tormentos: tuvo una parálisis, le atormentaron los herpes, una llaga en la pierna lo acompañó por años. Se afirma que el P. Mariano fue el misionero más notable en Chile en el siglo XIX.

​Profundamente centrado en Dios por la oración y el sacrificio; con una devoción entrañable a la eucaristía y a la Virgen, que eran su fuerza interior para misionar sin descansar, sirviendo siempre a lo más necesitados; pedía a los santos “consígueme grande amor a los enfermos, pobres y encarcelados”.

¡Y vaya si los amó! Por todos ellos se propuso: trabajar y padecer heroicamente. Así lo reconocieron las gentes que lo llamaban “el santo Padre Mariano”. Su muerte fue como siempre le pidió a Dios: misionando y en un hospital para pobres, falleció en el hospital de Carrizal Alto (Freirina) cuando predicaba una misión el 14 de mayo de 1904.

Sus virtudes fueron reconocidas por la Iglesia: Juan Pablo II aprobó la heroicidad de sus virtudes, en 1987, y lo declaró “Venerable”.

Sus restos descansan en la Basílica de Corazón de María en Santiago.

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